martes, 12 de agosto de 2008

Sueño. La esfinge de Coleridge, la señora de la bienvenida, y el señor de los naipes.


Dice Borges al principio de
Ragnarök, en su libro El hacedor, "en los sueños (escribe Coleridge) las imágenes figuran las impresiones que pensamos que causan; no sentimos horror porque nos oprime una esfinge, soñamos una esfinge para explicar el horror que sentimos".

La primera vez que leí estas palabras me cambiaron el modo de entender mis sueños, y por supuesto ya nunca más odié ni renuncié a mis pesadillas. De hecho entiendo que padecer pesadillas es toda una suerte, porque es la forma del sueño más expresiva, la más contundente. nuestro inconsciente nos quiere decir algo y lo dice de un modo acerado.
A partir de las palabras de Coleridge uno ya no debería tener miedo al soñar, sino que cualquier horror en el sueño es toda una bendición. he vuelto muchas veces a releer estas palabras y sigo sin acabar de comprender totalmente qué significa esto de que nuestra mente crea un monstruo para explicarnos el horror. A primera vista es sencillo de entender, pero creo que a veces soy muy poco inteligente y en estas menundencias no consigo aclararme.
Esta noche he tenido un sueño, no llegaba a ser una pesadilla, pero tenía sus momentos de horror.
Había llegado a una especie de gasolinera con una gran escalera con una amiga para recoger unos papeles, las bases para un concurso de escritura, creo que en concreto de guión de cine. Yo no quería, porque no me veo capaz de escribir ningún guión de cine. Finalmente mi amiga y yo recogíamos ambos las bases. Y una señora que parecía conocerme me saludaba y me daba las gracias por recoger las bases. Era como si ya se hubiese cerrado el plazo de inscripción, pero ante la poca cantidad de gente que había acudido anteriormente, habían abierto de nuevo el plazo, buscando nuevos escritores.
Yo tenía ganas de irme, porque tenía unas ganas enormes de comer, pero cuando nos disponíamos a marchar, ha aparecido un señor con unas carpetas y unos bolígrafos, diciéndonos que el curso constaba de 40 horas, y que la clase de hoy duraría cinco horas. Lo que yo en un principio creía que sería recoger las bases para un concurso de escritura, ahora se había convertido en un curso de guión de cine.
Los cuarenta o cincuenta que estábamos allí, bajábamos las escaleras y entrábamos en el edificio. Una vez más la señora me daba las gracias por haber acudido. Poco a poco la gente iba separándose. Subían las escaleras por parejas, o por tríos, o individualmente. A mitad de la subida, había como una rampa, y a medio camino de la rampa un señor iba haciendo unas preguntas. A mi me enseñaba un naipe rayado con bolígrafo rojo y me preguntaba izquierda o derecha. Yo no entendía lo que me preguntaba, pero aquello me creaba cierta ansiedad, porque dependiendo de mi elección iba a cambiar el desarrollo del curso. Me decidía por la izquierda. Delante de mi había unas tres o cuatro personas, y yo me echaba al suelo, cerca de ellas. El personaje del naipe, me había hecho una señal como para darme a entender que me conocía y que era mejor que eligiese el lado izquierdo. Después llegaban otros. Unos se situaban a la izquierda y otros a la derecha. Era una sala bastante blanca, con tubos fluorescentes en el techo, muy blancos. Se nos iba preguntando, ideas para llevar a cabo, situaciones. Y cada uno contestaba su idea según le venía a la cabeza. Después uno se encargaba de seducir a quien quisiera con una idea. Y así, unos a otros. Más tarde el señor del naipe escogía a uno y le pedía que cocinara algo para alguien. pero nunca se perdía el ambiente de seducción, casi sexual, pero siempre a partir de las ideas o de la comida. Más tarde, me ha elegido a mí, y yo me he acercado a los que había más al final. Los últimos que habían entrado, que eran como muy felinos, de movimientos muy sensuales. había como una muchacha, como muy gatita, que finalmente se me agarraba a la espalda, sacaba sus garras y pinchaba mi carne. No podía quitármela, y me provocaba un dolor terrible. Al final he conseguido tirarla al suelo y he vuelto a mi sitio. poco después me he despertado.

En este sueño, ¿cuál sería la esfinge? ¿La gata? ¿El curso de guión? ¿La seducción?
Por un lado tengo la sensación agradable de la señora que me daba la bienvenida, y que me llamaba por mi nombre, y de la persona de los naipes que me hacía una señal para que eligiese correctamente. Por el otro lado, esa gata que me pinchaba con sus garras, de la que yo en un principio me fiaba y de la que después no conseguía desasirme. Y, ¿por qué un curso de guión? Si ni siquiera se me ha pasado por la cabeza escribir nada para el cine.

Tal vez es que siento horror ante esa rama de la escritura. Tal vez sienta horror ante la seducción por medio de las ideas. Tal vez siento horror ante los cursos de escritura. esto último no lo creo. ¿Miedo a los gatos? Tengo cuatro y nunca me han arañado.

Una de las cosas que más me inquieta es esa señora, porque una y otra vez me daba la bienvenida y se alegraba de que finalmente hubiese acudido allí.

Nunca pretendo interpretar los sueños de un modo concreto, me quedo siempre con las sensaciones. No guardo, pues, una sensación dolorosa del sueño, pero si inquietante. Desde el inicio del sueño hay como una fuerza que me lleva a hacer algo, que se me impone de alguna manera, pero que yo acepto.

Tal vez sea esto... la vida te va llevando, y aunque quieras controlarla... ella te dirige con su fuerza y sus remolinos azarosos.



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