miércoles, 13 de agosto de 2008

El universo se expande.

Hay una película de Woody Allen, no recuerdo si es Annie Hall, o Hanna y sus hermanas, en la que aparece el personaje que interpreta Woody Allen de niño. La escena muestra como una madre preocupada lleva a su hijo al psicólogo, porque el niño se niega a estudiar. El hijo argumenta que no quiere seguir estudiando porque el universo se expande y de seguir así acabará explotando. Es una escena muy divertida, pero no deja de haber un trasfondo terrible en todo ello.

Anoche, antes de acostarme, me puse a curiosear los últimos capítulos de un libro muy interesante, Historia intelectual del siglo XX, publicado en España por Crítica, en 2002. Su título original en inglés es A terrible Beauty. A history of the people and Ideas that shaped the modern mind.

El libro es una guía muy interesante del siglo XX, pero no habla de las guerras, como suelen hacer todos los libros de historia, sino de todos los logros intelectuales, culturales y artísticos del siglo XX.

Buscaba alguna idea, o algo curioso que me diese para pensar antes de dormir. Es algo que suelo hacer... No sé si será sano, pero acostumbro a cerrar la luz cuando tengo un pensamiento que me va a ayudar a encontrar el sueño...

Estaba leyendo el penúltimo capítulo, titulado el profundo orden del caos, donde comienza hablando de los inicios de internet. La idea original nace en 1945, de la mano de Vannevar Bush. En 1968, ahora hace cuarenta años, se instala la primera red, y los sites se encontraban en la universidad de California, en los Ángeles (UCLA), en el Instituto de Investigación de Standford (SRI), en la Universidad de Utah y en la Universidad de California, en santa Bárbara. Los e-mails nacen en 1972, pero internet, tal y como la conocemos actualmente se inicia en 1977. El último cambio de la red, se da de la mano de los miembros de la Organización Europea para la Investigación nuclear, el CERN, cuando se crea la Wold Wide web (www).

Parece que internet lleva dos días entre nosotros, pero podríamos decir que tiene casi cincuenta años.

Todo iba bien en la lectura hasta que apareció delante de mí el nombre de Stephen Hawking. Ese científico que va con silla de ruedas, y que se comunica por medio de un ordenador especial conectado a un sintetizador de voz.

En 1988 publicó un interesante libro de divulgación científica: La historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros, que fue un éxito de ventas, y parece que hizo acercar la ciencia a la gente en general.

Seguí con el capítulo del libro, donde se iba explicando que si los agujeros negros, que si la relatividad del tiempo y del espacio... y que si el universo al principio era tan pequeño como una canica y después explotó...

Aparte el libro y comencé a imaginar el espacio... y a fantasear con todo eso del universo que crece... y que los humanos y el Planeta Tierra no somos más que un minúsculo puntito en todo el universo, además de comenzar a pensar que hay más universos... y... mi mente comenzó a volar y volar... y volar... pero en lugar de dormirme... me vino una pregunta a la cabeza... ¿Es necesario hacer nada, ya que somos tan insignificantes? ¿Es necesario escribir nada, o crear nada, o preocuparse por nada? Entonces recordé la escena de la película de Woody Allen.

Me paré un segundo. Sonreí. Y pensé que no valía ni mucho, ni poco, hacer nada. Simplemente que si a uno le apetecía hacer algo pues tenía que hacerlo, y si no, pues no. Y así poco a poco fui durmiéndome. no recuerdo qué he soñado, pero aquí estoy escribiendo estas reflexiones, sin más ni menos.



1 comentario:

Marina Judith Landau dijo...

Interesante ese libro, voy a ver si lo consigo. Stephen Hawking es un genio, no sólo como cientifico, también como pensador filosófico.
Me gusta lo que planteás, la pregunta y tu respuesta. es muy cierto, somos parte minúscula en un planeta minúsculo dentor de una galaxia...bla bla bla... Y también es muy cierto que si tenemos ganas, entusiesmo, pasión por hacer algo, es porque tenemos que hacerlo. Al fin y al cabo por algo estamos aquí, y no vale pasar por pasar nomás.
Saludos.