lunes, 11 de agosto de 2008

Miedo a la muerte.

Muchas veces pienso que pertenezco a una generación atrasada, y no porque pertenezca a una generación en concreto, sino todo lo contrario, es como si la generación de mis padres, o sencillamente mis padres estuviesen retrasados una decena de años.
Mi padre nació a mediados de los años 40, en plena posguerra, y yo nací a finales de los setenta. Pero da la sensación que mi padre naciera en plena guerra y yo naciera a principios de los setenta, incluso en los sesenta, pero sin conseguir los beneficios de estas dos generaciones, así que soy como de la generación de los ochenta, pero que habiendo estado cuarenta años en una especie de zulo sin ventanas a un mundo que miraba con nuevos ojos las cosas que sucedían.
Los españoles, encerrados durante cuarenta años de dictadura, tenemos, así lo siento yo, una especie de adormecimiento, pero no todos, tal vez sólo los que provengan de familias más humildes. Sea como sea he comenzado hablando de generaciones, y tal vez lo hubiese tenido que hacer de clases sociales, o de educaciones religiosas.
todo esto lo digo porque cuando yo le pregunté, con seis años, a mi padre, ¿por qué nos morimos? mi padre me contó el mito bíblico de Adán y Eva y del Jardín del Edén. Me explicó que todos nos moríamos, a causa del pecado original. Supongo que una gran mayoría conoce este breve, pero trascendente, capítulo bíblico, en el que dios prohíbe a Adán y Eva, primeros moradores de la Tierra, que coman fruto alguno del árbol de la sabiduría. en caso de hacerlo ambos sentirían vergüenza el uno del otro, se verían desnudos, y finalmente serían castigados. Cuenta el mito que Eva, seducida por el demonio en forma de serpiente, arrancó el fruto del árbol, unos dicen que fue una manzana, otros un higo, e incluso otros que fue un melocotón. Le dio a probar el fruto prohibido a Adán, quien finalmente consistió en morder, y ambos acabaron sintiendo vergüenza el uno del otro y finalmente recibiendo el castigo divino de ser expulsados del paraíso, perdiendo la eternidad. Adán debería trabajar para conseguir el alimento, y Eva sufriría el dolor del parto. Como mito, como historia, es bonito. pero no deja de ser un mito.
Lo terrible de todo esto, es que un niño de seis años, que no entiende de mitos, y sobretodo cuando su padre no le comunica que esto es un simple mito, una parábola, un modo de explicar algo, comienza a pensar que si el tal Adán no hubiese mordido de la manzana ahora no tendría porque morirse ninguna persona.

Bueno, pues esto es lo que yo comencé a pensar. Si Adán y Eva no hubiesen mordido del fruto prohibido ahora no tendríamos porque morir. A esto se le llama Pecado Original. Durante algún tiempo, pues, creí, que como consecuencia del pecado original todos íbamos a morir.

A todo esto, hay que añadir que fui educado en un colegio de curas, donde no había día que no se rezase el padre nuestro, oración que no soporto, y que continuamente se nos hablaba de todos estos mitos como si fueran ciertos.

España, por más que quiera sigue anclada a la educación cristiana, y a la religión católica, y creo que esto no es muy positivo.

Durante muchos años tuve mucho miedo a morir, miedo a la muerte, con pesadillas y demás penas. Una noche, recostado en la cama, con la sensación de la muerte, de que iba a morirme, hice un experimento, al principio bastante angustioso, pero que poco a poco fue liberándome. Comencé a pensar en la muerte, en si yo me muriese esa misma noche, en qué sería de mi si mañana por la mañana ya no podía volver a despertarme, y cuando más miedo tenía más me forzaba a imaginar. Me imaginaba a mis amigos, a mi familia, en el entierro. El día siguiente a haber sido enterrado, la semana siguiente, la otra, un año después. Y así, iba forzándome a imaginar la vida sin mí. Poco a poco comencé a superar mi miedo a la muerte. Tuve mejores épocas y las tuve peores. porque el miedo nunca he conseguido quitármelo del todo. Aunque ahora, más que morir, lo que me disgusta, es morir por la noche, de un modo inconsciente. Preferiría morir, al menos así lo siento ahora, totalmente consciente.
Para ayudar a superar la muerte recordé una frase de mi abuelo, quien siempre decía que si todas las mañanas, al despertarnos, nos mirásemos al espejo, y nos recordásemos que vamos a morir, no serías tan estúpidos, ni tan cretinos. Eso es lo que hago todos los días, recordarme que me voy a morir, y que un día más sigo vivo, lo cual es una maravilla y una suerte.
Que estemos vivos es una casualidad, producto totalmente del azar, y de la probabilidad. Existen los humanos de un modo azaroso, y existo yo como humano de un modo todavía más azaroso, por lo cual doy gracias a la existencia, y no a ningún dios con barba que tenga ningún jardín con melocotoneros o manzanos.
Me he fijado en procesos naturales para comprender la muerte. Por ejemplo el crecimiento de una semilla hasta que se convierte en una planta, y la posterior muerte de esta planta, o de una flor. es parte de todo ser vivo. Nacer, crecer y morir, y si en todo este recorrido tiene tiempo o suerte de reproducirse, pues nace, crece, se reproduce y se muere. no hay mucho más, pero no es poco.
Leer libros me ayudó. Y me sigue ayudando a escaparme de esta generación atrasada a la que pertenezco. Leer te hace olvidar la realidad, pero a la vez te hace entender la realidad de otro modo, te da herramientas, y te da posibilidades. Es interesante saber el mito de Adán y eva, pero igual de interesante saber que Cronos devoraba a sus hijos, pero que finalmente Zeus consigue matar a cronos, su padre. Y no está de más conocer los principios ying y yang de la sabiduría china. O que Keb, era un dios egipcio, que estaba recostado sobre Nun, un lecho acuático, y que Atón navegaba con una barca.Y saber que los hindúes creían que la tierra era sujetada por enormes elefantes.
Todas las culturas han intentado explicarse que es esto de la muerte, no sólo la religión, también el arte, o la ciencia, la filosofía.
Cuando me asalta el miedo a la muerte intento recordarme que es propio de mi naturaleza, que no es ni positivo, ni negativo, sino algo más, que es común entre todo ser vivo, y que la muerte confirma que quien la padece es porque estaba vivo, y eso es extrañamente casual y fortuito. Y que nadie tiene razón ni deja de tenerla. Todas las culturas aportan su modo de ver ese estado transitorio.

Al principio, cuando hablaba de lo que siento hacia mi generación, es que nunca me he topado con nadie de mi edad que me dijese abiertamente que una vez había creído en lo del pecado original, y que eso le había dado rabia y frustración.

Aunque otra cosa quiero decir, si los de mi generación no tuvieron esa pena, que tal vez sí, tampoco les oí alegrarse abiertamente de ese punto fascinante que es el existir, salvo contadas excepciones.
Una vez un amigo, con quien hace mucho que no coincido, me dijo que todos éramos unos verdaderos ganadores desde nuestro inicio. De todos los espermatozoides que corrían, nosotros fuimos los primeros en llegar, y los más fuertes a la hora de romper el óvulo. Y siempre que recuerdo esto me da mucha fuerza para seguir corriendo, y dejar de sentir miedo por la muerte.



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