domingo, 17 de agosto de 2008

No hay nada que entender



Leí hace años un cuentecillo hindú en el que un monje le pedía a su maestro que le enseñase el camino para encontrar la sabiduría. El maestre le dijo al monje que fuera a una cueva pero que no pensara en monos, si lo conseguía le enseñaría el camino hacia la sabiduría. El monje pasó un tiempo en la cueva y un día regresó. ¿Y bien? Preguntó el maestro. No he dejado de pensar en monos, contestó el discípulo.

A mí me ocurre constantemente esto de los monos. Hay pensamientos que me gustaría apartar y no consigo más que aumentar su densidad.

Supongo que la respuesta lógica que le daría el maestro al discípulo sería: deja de pensar en los monos. Pero, ¿y cómo se hace eso? Pues, evidentemente dejando de pensar.

Lo de los budistas y los hindúes es algo extraño. Deja de pensar. Y ¿qué hago? ¿Siento? Sentir te hace pensar. a lo mejor es que siento de un modo incorrecto. No lo entiendo. Pero, claro, el maestro me diría, no hay nada que entender. Siente únicamente.

Una vez le pregunté a mi profesor de pintura ¿qué era el surrealismo? Cogió una lámina de un cuadro de Magritte, uno en el que aparecen unos tipos con traje y sombrero flotando en el aire y me dijo: esto es el surrealismo. No tuve más dudas, a partir de ahí siempre supe qué era el surrealismo.

Alguna vez antes le había dicho que no entendía el arte contemporáneo, y me dijo que en el arte no había nada que entender.

Cuando a Man Ray, el único surrealista que sigue interesándome, le preguntaron unos periodistas qué significaban sus objetos surrealistas, él les dijo: cuando alguien me diga qué significa el andar de una mujer les diré qué significan mis objetos surrealistas.

No hay nada que entender.

Así que yo me pregunto, ¿no será, pues, todo una equivocación?


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